Llega la hora nona, y de nuevo las puertas de aquel convento franciscano se abren para dejar paso a la Cofradía de la Expiración, aquella que el pasado año celebró su 125 Aniversario. Una imponente cruz de guía de plata acompañada por dos faroles. No pudo ser, pero el homenaje es existente en su Casa Hermandad con balconeras que recordarán los siguientes momentos.
Un interminable número de nazarenos, separados en tramos pos diferentes insignias, como el libro de reglas, el estandarte del Cristo o la bandera de Hermandad. Los fiscales suelen ordenar el cortejo desde el interior de la parroquia, pues algo que caracteriza a esta hermandad es su seriedad y rigor en la calle.
Los horquilleros del Cristo llegan a la plaza con el trono del Santísimo Cristo de la Expiración para deslizar el canasto y de nuevo llevar a Linares la Expiración de Nuestro Señor Jesucristo. Pocos minutos después de las tres de la tarde, el bendito rostro del Santísimo Cristo de la Expiración, queda iluminado por un majestuoso sol y con él, su eterna mirada.
Tras sonar la Marcha Real, por la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario, el trono comenzaría a andar, calle Isac Peral abajo. Pero mientras, de la cochera parroquial sale el trono de la Reina y Señora de la Esperanza recibida por pétalos que inundarán su palio.
Una mecida suave y serena, llevan a la Señora de la Esperanza, por la plaza de San Francisco, mezclando el olor a azahar de los naranjos con su rico exorno floral, que con tanto cariño y mimo prepara Felipe López. Siempre la Esperanza va detrás de su bendito hijo, buscando llegar a ese punto, al Gólgota de Linares, donde la calle Marqués es el último tramo hasta llegar a la Plazoleta Santísimo Cristo de la Expiración.
Allí el Santísimo Cristo espera la llegada de su Madre acompañado de un pueblo entero, que anhela otro año más ver morir a su hijo. La Esperanza, corre a su encuentro, y su cuerpo de horquilleros la pone a sus plantas, donde tradicionalmente y desde hace décadas se celebra la Ceremonia de la Expiración, elevando el trono del cristo al cielo al oír “ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Tras estos minutos, los fiscales componen rápidamente el cortejo, encabezado por la decana, como popularmente se conoce a la Banda de Cabecera de la hermandad. Es la primera que se creó, bajo la dirección de D. Antonio Martín hace 52 años. Tras pasar por la calle Tinte, dicha banda interpretará marchas como «Carmina Burana» o «Mater mea».
Comienza de nuevo el discurrir de la estación de penitencia por la Calle Pontón, con un andar serio y largo, de aquel cristo que tallara Gabino Amaya, sobre su característico monte de lirio morado y su bendita madre en esa catedral efímera que es su paso de palio, con sus características golondrinas representadas en el recién estrenado techo de palio, así como en el manto que bordara en 2006 el iliturgitano, Pedro Palenciano.
El cortejo llega al centro de la ciudad dejándonos estampas insólitas como el paso de ambos tronos por delante del Ayuntamiento de Linares para tras pasar por Calle Santiago y Calle Baños, llegar al Pasaje de Comercio donde una lluvia de pétalos se ofrecerían a Nuestra Señora de la Esperanza.
Y puntualmente, la segunda hermandad de la jornada entraría en Carrerra Oficial, con un discurrir ágil, serio y ordenado, dejando estampas insolutas en la noche del Viernes Santo. Y tras pasar el paso de palio por esta tribuna abarrotada, corre al encuentro con su hijo, ante una Plaza de San Francisco donde no cabe un alfiler para ver a la Esperanza ir al encuentro con su hijo.
Pero no termina aquí, la calle Marques de nuevo será testigo del andar firme de aquella Virgen de rostro moreno con la mirada siempre dirigida a sus hijos, de los cuales vela y cuida todo el año. Aquel palio verde, que cobija a la Madre De Dios, vuelve a su casa de hermandad, pues ahí terminaría su recorrido.
De nuevo volveremos a soñar con ver a Linares recibir la Esperanza de María pero mientras quédate en casa y comienza a soñar con ese momento.
Redacción y fotografías: Alejandro Valderas
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