Sobre Lolo y sus libros – Un árbol, quizá desnudo, pero fructífero
Y con todo, la vida continúa. Miro a mis pies, que ya nunca pisarán la tierra; me fijo en mis manos, que se cierran, como aprehendiendo con rabia el último cabo que le tiende la vida y no tengo por menos que preguntarme el sentido que encierra una estatua de mármol.
El árbol desnudo, p. 132
Las palabras aquí traídas las dice el personaje de Andrés que, para nosotros, es el mismo Lolo (no hay más que leerlo despacio para darse cuenta de eso). Es decir, este libro, de título “El árbol desnudo” viene a ser, es, una novela en la que se narra la vida de una serie de personas entre las que destaca, precisamente, Andrés. Y es que tal personaje representa y es el mismo autor del libro que quiso, con este libro, dejarnos escrita su propia vivencia.
Hay otro, sin embargo, de nombre Juan que, a tenor de lo escrito por don Juan Rubio Fernández en su libro “Lolo, una vida a ras de suelo” (BAC- Biografías, 2011), también es el propio autor de “El árbol desnudo”.
El parecido con la vida de Lolo es algo más que casual. Y es que Andrés hasta viaja a Lourdes, como hiciera el Beato de Linares (Jaén, España) en el año 1958 de donde surgiría, por cierto, y a su vuelta, su Obra de nombre “Sinaí”…
El título podría parecernos algo extraño pues… ¿qué tiene que ver un árbol con un hombre? Pero Lolo lo sabe decir más que bien. Y es lo que hace en la página 218 de “El árbol desnudo”:
“Los árboles. ¿Por qué aquella semejanza de la misión de un hombre con las raíces y la corteza?
Uno, brotaba en la vida como un esqueje que tira hacia lo alto. Luego, los años iban configurando un huevo que se atornilla hacia la tierra y sueña con las estrellas. Y da frutos que se llaman triunfos e hijos.
¿No es fruto la razón y a gloria del árbol? Él también había sentido un secreto empuje de yemas que quieren reventar.
¿La poda también para el corazón…? ¿Las criaturas a su vez y las nobles aspiraciones?
Aún renunciando al fruto, nunca era un árbol un alarde superfluo. Del tronco aserrado nacía la madera y esa bella utilidad que es el mueble y la herramienta. Y aún, en última instancia, quedaba la posibilidad de entreverar do pedazos en forma de cruz para el muro de un hogar”.
Vemos a Lolo considerarse, eso, un árbol desnudo y que, a lo mejor no ha dado los frutos a los que él mismo se refiere en lo referido a los hijos pues triunfos sí cosechó mientras esto escribía, antes y después.
No falta tampoco Lucy, inseparable hermana de Lolo. Y es que aquí aparece con el nombre de Emilia que entrega su vida a favor de quien tanto sufre. Y por eso, en un momento determinado (p. 183) dice ella:
“¿Verdad que hemos de estar así de juntos siempre como de pequeños, aquella vez que nos perdimos y nos encontraron juntos, caminando de la mano por una vereda del campo?
En fin… “El árbol desnudo”… Lolo descubierto entre las páginas de una novela. Eso es este libro.
Eleuterio Fernández Guzmán