“LOLO” UN SANTO DE NUESTRO TIEMPO
Capítulo 2.- “Lolo” periodista y escritor
La ilusión de “Lolo” desde muy joven, era escribir. Comunicarse. Y ese deseo lo expresa de forma muy definida en uno de sus libros: “Yo empecé casi de niño, escribiendo en papeles comerciales, luego con la mano izquierda (la derecha se le paralizó al inicio de su enfermedad) y después, (cuando sus manos se le paralizaron) dictaba sus escritos a familiares, amigos y alumnas del cercano Instituto de E.M. que iban a su casa para estar un rato con él y ayudarle.
Lo que comenzó como una ilusión, toma cuerpo cuando la enfermedad le deja inmóvil “La vocación está bien clara desde los quince años y aún escribí mis primeros artículos a los diecinueve, pero solo a los veinticuatro, dos después del comienzo de su enfermedad, sentí la enorme comezón de la pluma y la dulce herida de ese fuego que, si arrebatamos a un Dios, simultáneamente nos quema las entrañas.
Ser periodista y ser apóstol son sus ideales. “Lolo” sabe que su pluma ha de ponerla al servicio de la misión que tiene como cristiano: “Aparentemente el dolor cambió mi destino de forma radical. Dejé las aulas, colgué mi título, fui reducido a la soledad y al silencio. El periodista que quise ser no entró en la Escuela; el pequeño apóstol a que soñara llegar dejó de ir a los barrios; pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora delante, con una plenitud que nunca pudiera ni soñar”.
“Lolo” colaboró en multitud de publicaciones locales, regionales y nacionales. Escribía sobre la pobreza, la inmigración, los mineros, la juventud, los mayores, la enseñanza, los trabajadores, los ancianos, los marginados……”Lolo” estaba al tanto del tiempo que le tocó vivir y ofreció su sufrimiento como viril sublimación de sus limitaciones. Sus artículos eran un prodigio de belleza literaria, de estilo y de mensaje espiritual. Rebosaban sentido del humor, sencillez, frescura…. Eran testimonio fiel de su tiempo y de la sociedad de la que formaba parte.
Y todo ello salido de un hombre atado a una silla de ruedas con dolores impresionantes, pero bien informado y dispuesto a ofrecernos su particular visión de los problemas de su tierra y del mundo. “Lolo” escribió “El decálogo del periodista” en el que les decía: “Cuando escribas, lo has de hacer de rodillas para amar, sentado para juzgar y erguido y poderoso para combatir y sembrar”
La calidad y profundidad de lo que escribe hace que a su casa de Linares vengan a conocerlo maestros periodistas como Martín Abril, Martín Descalzo, Tico Medina, José María Pemán, Fernández Pombo, su muy querido Joaquín Amado…
“Lolo” tuvo importantes premios como escritor y periodista. A él se le concedió el Primer Premio Bravo de Periodismo, el Premio “Monte Carmelo de espiritualidad” y otros premios de cuentos en Valencia, Asturias y Jaén. Su sillón de ruedas fue un obsequio de sus amigos periodistas.
“Lolo” se sabía querido y poseído por Dios y por eso supo dar una belleza y ternura muy especiales a toda su maravillosa obra escrita.
Su amigo y periodista, ya fallecido, José María Pérez Lozano escribió en cierta ocasión refiriéndose a “Lolo”: “Somos conscientes de que el amor de Dios nos llega a través de ti; no es difícil pensar que ofrecieras, muchas veces por nosotros, tus callados y fuertes dolores”. Tico Medina escribió en un periódico: “Lolo” nos protegió a todos, a los más débiles y desprotegidos, con su vida y ejemplo; a los que parecíamos más fuertes, con su palabra y su sonrisa. Nos iluminaba a los que nos creíamos triunfadores y no éramos más que sombras de dudas egoísmo y desesperanza. Eso era “Lolo”, un sembrado de esperanza. Jamás, jamás, jamás se le escuchó quejarse. “Lolo” era ese ángel de la guarda, visible entre invisibles, roto por el dolor pero lleno de paz y alegría porque se sabía poseído por Dios. “Lolo” era el amor vestido de dolor. “Lolo” era irrepetible.
Un día llegó a su casa el hermano Robert, uno de los fundadores de Taize, y en un momento de su conversación con “Lolo”, se levantó, tomó un bolígrafo y escribió en la pantalla de la lámpara que les daba luz: “Lolo, sacramento del dolor”. Poco después y desde Francia le envió el siguiente mensaje: “Emmanuel, Dios con nosotros Manolo, el Señor contigo. “Lolo” de los dolores. Cordero de Dios tú también. Imagen viva de Cristo. Viviente en mis ojos, oídos, corazón y entrañas. Acuérdate de mí. Sigue orando por nosotros tus hermanos. Recibe un abrazo, sacramento de divina amistad”.
Martín Descalzo vino a Linares para conocerlo y en su cuarto celebró una Misa que nunca olvidó y que narró en una grabación que conservamos: “Dije Misa en casa de “Lolo”. Apenas cabía la mesa del altar entre su cama y su sillón de ruedas. Él estaba convertido en un esqueleto; poner las manos sobre sus hombros era tocar sus huesos. Y respondía a mis palabras litúrgicas con el júbilo de un joven seminarista. Y sentí vergüenza ser yo quien celebraba cuando “Lolo” parecía mucho más sacerdote que yo. Pensé que en aquella Misa había dos altares y dos víctimas. Cristo estaba en el pan que yo acababa de consagrar y estaba también en aquel cuerpo degollado por casi treinta años de sufrimiento feliz”
El año 69, sus amigos periodistas le hicieron a “Lolo” un homenaje y él me llamó para decirme que en una cafetería estaban reunidos el alcalde, el director del Instituto donde se celebraría el acto y su médico. Me pidió que hablara con ellos para que el acto fuera lo más sencillo posible. Así fue. Al acto acudieron el Obispo, los alcaldes de Jaén y Linares y muchos periodistas llegados de toda España. El paraninfo del Instituto estuvo lleno de amigos de “Lolo”. Él no asistió.
Pocos días antes yo fui a Madrid para hablar con el Padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo. Fue un 28 de Diciembre y hacía un frio que no he olvidado. El Padre Llanos estaba enfermo (me dijo que él solo saldría del “Pozo” cuando muriera) y me dio un escrito para que lo leyera en el acto que iba a celebrarse en Linares.
“Lolo” ha sido nombrado hace pocos años “periodista de honor” y un grupo de ellos integrados en la UCIP-E (periodistas católicos de España) quieren proponerlo como patrono de todos ellos…
En el local de la Fundación Beato “Lolo” conservamos lo que él escribió en los periódicos y revistas de aquellos años, así como los diplomas con los premios que le concedieron.