Lolo, mártir
Sabemos que el Beato Lolo ansiaba ser mártir. Y no podemos negarlo porque así lo dice en uno de sus libros. Quería, pues, el martirio porque veía lo que pasaba en su Linares (y sabía que en el resto de España era igual) y veía, así, una ocasión para mostrar y demostrar su fe. Pero Dios, como también sabemos, quiso para él otro tipo de martirio.
De todas formas, a Lolo le estaba reservado algo de hiel. Y es que Manuel Lozano Garrido, al menos (eso pensaría él) sufrió algo que, por su forma de actuar, por los tiempos que corrían (¡los años 30 del siglo pasado, nada más y nada menos!) y por envidias propias del tiempo, era casi lo que le esperaba: la cárcel.
Lolo, encarcelado.
Hoy día, es cierto, conociendo a nuestro hermano en la fe, nos resulta difícil comprender cómo aquel joven pudo ingresar en prisión. Y, sin embargo, quizá comprendiendo la situación por la que pasaba lleguemos a la conclusión que era lo que debía pasar… y pasó. Y es que, al parecer, alguien delató (Lolo siempre supo quién fue pero eso no lo llevó al odio o a la posterior represalia) que aquel joven llevaba la Santa Comunión en secreto a los hermanos en la fe que estaban encarcelados. Y por eso sufrió tres meses de cárcel. Y sí, aunque no fuera un tiempo excesivo, bien podemos pensar que no había hecho merecimientos para eso ni para cosa similar. E, incluso, aquello bien podemos decir que fue, casi, una anécdota que consolidó su fe y su forma de ver las cosas.
Esto, para empezar, fue un cierto tipo de martirio (no sangriento pero es que hay otros que no lo son como, precisamente, el suyo) Y es que Lolo fue “testigo” (eso significa la palabra “mártir”) de su fe al llevar una vida en prisión propia de quien lo es. Y es que aquellas personas que estuvieron encarcelados con Lolo manifestaron que allí seguía rezando y que (necesidad crea ingenio) con los pelos de las escobas hechos un nudo hizo un rosario con el que rezar tan santa oración. Y, además, que nunca perdió el humor…
Pero el martirio de quien llegaría a ser Beato de la Iglesia católica se manifiesta en algo más.
Como hemos dicho arriba, ser mártir es ser testigo de la fe por la que se sufre el martirio. Y Lolo fue, precisamente y no por casualidad, un testigo más que cualificado de lo que creía, de su propia fe. Y es que, como también hemos dicho arriba, la sangre y de forma violenta no es la única forma de ser testigo de lo que se cree.
Lolo, por eso mismo, fue un mártir singular: no dando su vida a través de la violencia sino dándola a través del sufrimiento, del cotidiano vivir en armonía con el mismo y, en fin, mostrando al mundo que el mártir lo puede ser de muchas formas si considera su vida como una entrega a Dios y a su prójimo. Y eso fue lo que acabó siendo Lolo: mártir en el sentido más literal de la cosa.