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Lolo: Devoción, sencilla y honda, a la Virgen María  

Los perfiles de Lolo . 3- Devoción, sencilla y honda, a la Virgen María

 

No podemos negar que este perfil, el que muestra el Beato Lolo al respecto de la Virgen María, es, por razón de persona y, en fin, de lo que supone la misma, más que especial.

Es de suponer que un hijo quiere a su madre. Así dicho suele ser lo que más abunda en el mundo. Sin embargo, cuando se trata del amor que se tiene por la Madre, así en mayúscula o, lo que es lo mismo, por la de Dios y la nuestra, no podemos hacer otra cosa que estar seguros de que el linarense universal al que nos referimos aquí, lo tenía y más que lo tenía. Que era ternura íntima y que lo expresaba cuando era oportuno (siempre) hacerlo y en todo escrito donde viniera al caso sacar a colación a una Madre que tanto ama a sus hijos. Y Lolo bien que lo hace como, por ejemplo, traemos aquí:

Así, por ejemplo, en su libro “Mesa redonda con Dios”, y en concreto en la página 223 de la edición original publicada por Desclée de Brouwer (1963), dice esto:

“Os voy a hacer un seguro de ternura para siempre /…/ Estaréis pensando que lo que digo es bonito, pero difícil. Y no; ea, os doy a mi Madre, que tiene el corazón como una montaña, y se acabó. A ver si lo llevo razón. Y como o la doy a todos, todos sois hermanos y, hala, a amaros como hermanos. ¿Estáis contentos?”

También, por ejemplo, también en el libro de Pedro Cámara de título “Lolo, un cristiano” recoge, en su página 155ss lo que escribe Lolo, otra vez, en “Mesa redonda con Dios”:

“A Ti, la actual, la presente, la palpitante, te escribo yo mismo con ansia, casi con violencia, agarrado furiosamente a una esperanza que apenas se cubre con el sello de urgencia /…/ Mujer, Madre y Dolorosa de Nazaret de entonces y de ahora: acércate y haz de cada corazón un Nazaret infinito”.

Y, ya, por último, en expresión del amor de una Madre por un Hijo, en el libro de título “41 artículos de prensa de Manuel Lozano Garrido”,. En concreto, en la página 34 del mismo se recoge un poema publicado en la revista “Úbeda”, que hacía su número 43 y salió a la luz pública en julio de 1953, dice esto, en amoroso diálogo:

“’Espera, Hijo mío, espera

y escucha mi dulce anhelo.

No poses tu pie nardo

sobre un camino de cieno;

mira que crueles espinas,

te llagaron sin remedio’.

/…/

‘Mira mi Jesús, que de lirio

me están el alma vistiendo

la aguja de tus afanes

y el humano menosprecio.’

‘No llores, Madre, no llores,

porque en tus ojos yo quiero

florezca la luz del mundo

y su amoroso consuelo’».

Ciertamente, las palabras que el Beato de Linares dedica a su Madre del Cielo no son, sino, expresión de un amor que no tiene medida y de una comprensión hacia su ser y persona dignas del mejor hijo que expresa, así, en un perfil así, su filiación divina.