Ha pasado mucho tiempo, tanto que muchos seguidores azulillos ni lo recordarán, pero 40 años después el Linares Deportivo es campeón de Segunda División B. Se dice pronto, pero para llegar hasta aquí la entidad ha tenido que pasar por todas las dificultades imaginables, incluidas varias refundaciones. Un camino cuesta arriba, durísimo, que el club por suerte nunca ha encarado solo merced a una afición fiel que en ningún momento arrojó la toalla.
De los Guerrero, Loza, Plaza, Bautista o Cano de los 79/80 a los Razak, José Cruz, Rodri, Fran Carnicer y Hugo Díaz de la temporada 20/21. Histórico. Dependía de sí mismo y el conjunto de Alberto González no desperdició la oportunidad en Linarejos, ante su sufrida gente: triunfo por la mínima frente al Sanluqueño (1-0) en el último partido de la fase 2 que vale un título, el último de una categoría que desaparecerá el próximo curso por la nueva Primera RFEF.
De la travesía bacheada, a otra que se presenta apasionante: un play-off a Segunda División cuyas curvas se conocerán mañana, en el sorteo de la Real Federación Española de Fútbol en Mérida. Porque dados a soñar, soñemos a lo grande. Razones hay: una plantilla equilibrada, trabajadora, con una química excelente y que llega con la confianza por las nubes tras haber dejado atrás a equipos con presupuestos gigantescos en comparación.
Este equipo es una garantía y, pase lo que pase en Extremadura, hay que disfrutar. Hugo Díaz marcó el único tanto del encuentro para darle la copa de campeones del grupo IV al Linares tras aprovecharse de un balón suelto en el interior del área y ser más listo que Isma Gil, portero rival. El cordobés ha sido clave en esta segunda fase, con tres goles que han llegado siempre en momentos delicados. El de este domingo, al poco de iniciarse la segunda parte.
Antes, los azulillos lo intentaron desde la larga distancia con disparos de Toni García, Carnicer e Irizo, pero las tablas imperaron al termino de los primeros 45 minutos, también porque Razak puso un guante de oro tras chut fortísimo de Edu Oriol. Nada más regresar de vestuarios, Díaz abrió la lata para desatar la locura en la grada. Los mineros, siempre dueños de la pelota, no pasaron demasiados apuros y mantuvieron el resultado a favor hasta el final. A partir de ahí, la fiesta en el campo, con los aficionados, no se hizo esperar. Campeones sin miedo a nada.
Fuente del texto: Linares Deportivo
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