Hablemos de Lolo y Lucy. 3.- Lucy, ojos de Lolo
Continuamos con lo que el Beato Lolo dijo en su dedicatoria de “El sillón de ruedas” acerca de su hermana Lucy:
“A tus ojos, las pupilas, hasta las que si uno se aúpa lo deslumbra la presencia de unos rasgos nazarenos.”
Es verdad que cuando Lolo publica “El sillón de ruedas” aún no ha perdido el sentido de la vista pero como nosotros sabemos lo que pasó después de que la perdiera podemos imaginar las veces que Manuel pensaría esto de su hermana Lucy en los sus últimos 9 años de vida, con lo cual afirmaría y reafirmaría que la dedicatoria de tal libro estaba puesta ahí por su corazón de hermano y de hermano agradecido.
Antes de
Cierto es que antes de perder la vista, Lolo, claro, podía ver. Sin embargo, ¡cuántas veces fue Lucy sus ojos en la calle, allí donde transcurría mucho de lo que Lolo luego escribía! Y tampoco serian pocas las veces en las que le echaría una mano leyendo periódicos o documentos de los que hacía uso para escribir sus artículos para la prensa (sabemos que Lolo se ocupó de los temas más diversos donde lo mismo entraba un artículo sobre la mina que uno sobre escritores más o menos conocidos, pintores, etc.)
Después de
Es bien cierto que cuando Manuel Lozano Garrido perdió la vista la labor de Lucy tuvo que incrementarse más aún. Lógicamente, esto lo pensamos porque quien no puede valerse de tal sentido ha de necesitar que haya alguien que supla una falta así. Y podemos creer que la hermana del entonces escritor y periodista se tuvo que multiplicar para echar una mano bien grande a su hermano pues no es lo mismo que se quede ciego (con ser igual de terrible) alguien que no tiene como fin la escritura que alguien que su labor sea, precisamente, esa y que no quiera dejarla de lado por el desánimo que le haya producido la ceguera cosa que, por cierto y gracias a Dios, no le sucedió a Lolo sino, justamente, al contrario.
El caso es que Lolo agradece como sabe hacerlo.
Los rasgos nazarenos a los que se refiere Lolo cuando habla de las pupilas de Lucy no son otros que los propios del Hijo de Dios. Y, entonces, ya sabemos que quiere decir que su hermana manifestó amor, supo hacerlo a favor de su prójimo y que se entregó de todas las formas que supo pues sólo quiso hacer eso. Y ahí están los rasgos nazarenos, la entrega hasta el extremo que fue lo que nuestra buena hermana en la fe Lucy hizo por aquel que, a pesar de sus propias circunstancias (que iban a muy peor desde que empezó a sufrir de los huesos), no le vino nada bien venirse abajo sino que subió y subió hasta alcanzar el más alto honor que se le pueda atribuir a un hijo de Dios: serlo de verdad, con todas sus consecuencias. Y para eso estaban ahí los ojos de Lucy.
Y continuaremos, Dios mediante…