Cristóbal de Olid, el jiennense que conquistó tierras americanas

Cristóbal de Olid, el jiennense que conquistó tierras americanas

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Cristóbal de Olid

 

«Si fuera tan sabio y prudente como era de esforzado y valiente por su persona, ansí a pie y a caballo fuera extremado varón; mas no era para mandar sino ser mandado… y su presencia e altor era de buen cuerpo, muy membrudo y grande espalda, bien entallado e era algo rubio e tenía muy buena presencia en el bozo de abajo siempre como hendido a manera de grieta. En la plática hablaba algo gorda y espantosa y era de buena conversación y tenía otras buenas condiciones de ser franco»

Bernal Diaz del Castillo

Historia verdadera de la conquista de Nueva España

Estas palabras de Bernal Díaz del Castillo definen, digamos, físicamente cómo era Cristóbal de Olid y nos sirven bastante bien para hacernos una idea de la forma de ser de aquel linarense que acabó conquistando parte de la nueva tierra americana.

Debemos decir que parece hay duda acerca de si este hombre nació en Baeza o en Linares pero nosotros nos decantamos por el pueblo de tantos que han salido al mundo (o no) para llevar el nombre de su tierra a lo largo del mismo. Linarense pues y, por tanto y dado su oficio, conquistador, universal más que bastante.

Corría el siglo XVI y, apenas habiendo sido descubierta América ya podemos pensar que aquellas tierras hermanas eran lugar para hacer fortuna y para conseguir, seguramente, una mejor vida no sin esfuerzo, como podemos imaginar en aquellos primeros tiempos del descubrimiento de 1492.

Había nacido Cristóbal, como decimos, en Linares, en 1487 apenas cinco años antes de la fecha en la que pasó a la historia un nuevo continente y la nación que lo conquistaría, España. Por entonces, nuestro hombre era sólo un niño pero dado que tan sólo vivió 37 años (murió en Honduras, en 1524) no podemos negar que por entonces tenía hecho un tramo de existencia ciertamente notable.

La vida de Cristóbal de Olid no fue, por decirlo así, de lo más tranquila. Y es que su oficio, digamos soldado, le llevó a la recién descubierta América. Y es que en 1515 (27 años lo contemplaban) partió hacia Cuba con don Diego Velázquez de Cuéllar, a la sazón primer gobernador de aquella tierra incorporada a la corona de España.

En aquellas tierras americanas a Cristóbal de Olid, podemos decir que, no le fue mal del todo dadas las circunstancias en las que debía discurrir la vida de un conquistador español: luchas, sangre, batallas, traiciones… Y es que cuatro años después fue nombrado maestre de campo y regidor del primer ayuntamiento de Villa Rica. Y todo ello del lado de Hernán Cortés, que lo tomó como uno de sus caballeros más importantes y lo envió a cumplir con algunas de las misiones más arriesgadas sabiendo que Cristóbal de Olid no le iba a fallar.

En muchas batallas interviene este linarense universal: Colima, Michoacán, Tenochtitlán (donde a duras penas consigue escapar de la muerte junto con unos cuantos arrojados soldados españoles), Izucar, Honduras, en concreto en Hibueras (11 de enero de 1524) donde, al parecer Pedro de Briones, a la sazón capitán, empezó a convencer a Cristóbal de Olid de que debía traicionar a Hernán Cortés sabiendo que albergaba Olid en su corazón cierto rencor contra Cortés porque creía que no lo había tratado como debía ser tratado un soldado como él.

Contó Cristóbal de Olid con aliados en lo que bien podemos denominar “traición” al desvincularse de Hernán Cortés. Y es que el citado arriba Diego de Velázquez (que había sido traicionado antes por Cortés…) se alía con Olid para conquistar Hibueras (arriba citada)

Como podemos imaginar, aquella forma de actuar no iba a tardar mucho en ser conocida por Hernán Cortes. Y, ciertamente, aunque 8 meses sea un tiempo bastante extenso al fin y al cabo del mismo acabó conociendo el conquistador Español la traición de Cristóbal de Olid quien había sido considerado un gran soldado pero al que, a lo mejor, no trató de la mejor de las maneras…

Conocido aquello era de esperar que enviara a quien tuviese que enviar para capturar a Cristóbal de Olid. Primero lo hizo Cortés con suprimo Francisco De las Casas pero no tuvo el hombre éxito en su misión y no logró capturar a Olid.

También tuvo un encontronazo con González Dávila, que era aliado de Hernán Cortés a quien también derrotó. Entonces Cortés no tuvo más remedio que emprender él mismo la captura de Olid pensando, seguramente, aquello tan socorrido de “es que todo lo tiene que hacer uno…”

El caso es que, muy a pesar de saber que eran enemigos suyos, Cristóbal de Olid da rienda suelta (vamos, que andan sin ataduras ni nada por el estilo por la calle) a Francisco De las Casas y a González Dávila que, como hemos de imaginar, buscan cualquier ocasión para capturarlo o matarlo. Y eso es lo que acaba pasando.

Una noche, después de cenar (¡todos juntos!… ¡qué confianza tan exquisita de parte de Olid!) De las Casas ataca a Cristóbal de Olid y otros soldados, también partidarios de Hernán Cortés pero que vivían allí como si no fuesen prisioneros, propinaron múltiples “cuchilladas y estocadas”, como dicen las crónicas de su tiempo.

Sin embargo, Cristóbal de Olid, como que era hombre fuerte y bragado, no murió allí mismo sino que huyó aunque podemos pensar que no fuera demasiado lejos el buen linarense dadas las heridas que le habían inferido.

Un tal Francisco de la Muñana lo encontró debajo de un árbol herido de muerte. Y piadoso como debía ser lo llevó ante un sacerdote para que se confesase pues era seguro que iba a necesitar pronto la confesión. Y sí, muy pronto Francisco De las Casas, correspondiendo a la hospitalidad que le había mostrado Cristóbal de Olid (es ironía esto) lo sometió a un, digamos, juicio sumarísimo fruto del cual fue la degollación de Olid.

Como, al parecer, eso no era suficiente, antes de enterrar su cadáver pusieron la cabeza del linarense maltrecho en un palo y la colgaron por la boca. Y es que aquellos eran otros tiempos, como podemos imaginar.

Ni qué decir tiene que cuando Hernán Cortés llegó al lugar de los hechos y se encontró con el ajusticiamiento de Cristóbal de Olid debió lamentar no haber sido él quien hiciera “justicia”.

Sin embargo, nada de eso puede empañar, para nada, la importancia que tuvo Cristóbal de Olid en la conquista de México y de Honduras, faltaría más.

Eleuterio Fernández Guzmán