Andrés Segovia: unas cuerdas de guitarra para abarcar el mundo
Así como empezamos esta serie de artículos sobre aquellas personas que, bien siendo hijos de Linares o teniendo una especial relación con ella, con alguien que, como San Pedro Poveda, extrajo música espiritual de su fe cristiana, continuamos con alguien que hizo lo propio pero de las cuerdas de una guitarra clásica.
Estamos seguros de que cualquiera que lea esto sabe que nos referimos Andrés Segovia Torres, a la sazón I marqués de Salobreña, aquel que saliendo de su Linares natal para recorrer todo el mundo con su instrumento, digamos, al hombro, acabó volviendo, en sentido seguramente real pero mejor digamos espiritual, a su pueblo natal.
Nuestro buen guitarrista nació, en Linares (Jaén, España), el 21 de febrero de 1893 y se fue de este mundo, en Madrid (España) un martes, 2 de junio de 1987 después de haber paseado la guitarra española por todo el mundo y haber sido el responsable, junto a Narciso Yepes, de que tal instrumento lo fuera de concierto como lo pueden ser el violín o el piano.
A lo mejor, según tenemos leído, su familia quería que Andrés hiciera carrera con otro instrumento, digamos, más rimbombante. Sin embargo, aquel joven acabaría dando su primer concierto en 1910 (como nos dice Alberto López Poveda) Y lo hizo en Granada, en el Salón del Centro Artístico. Y es que, según dijo él mismo como resultado de aquella su primera actuación cara al público “Sentí como si un nuevo mundo se abriese ante mí. Pisé fuerte y eché a andar”.
Y, ni corto ni perezoso, en efecto, echó a andar.
No tenemos espacio suficiente en el texto de este artículo para hacer referencia a todos los conciertos que Andrés Segovia ofreció al mundo en toda la extensión de la Tierra. Y es que fueron tantas y tan extenso el recorrido que hizo a lo largo de decenas de años que sería, digamos, algo más que difícil hacer eso. Sin embargo, digamos, que muy pronto al respecto del concierto citado arriba, en 1911 y 1912 ofrece recitales en Córdoba, Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Huelva, Jaén y Granada. Y, como vemos, aún se movía en la cercanía de su Andalucía. E hizo su presentación en Madrid, en 1913, donde actuó en el Ateneo.
Pronto, sin embargo, da el salto a América. Y es que en 1920 viaja a Buenos Aires donde ofrece varios conciertos; luego, viaja a Cuba y México donde hace lo propio; en 1924 triunfa en París; en el período 1924-1927 deleita los oídos de sus oyentes en Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda, etc.
Pero la cosa no iba a quedar, digamos, en la cercanía de lo dicho antes, en Europa. No. Y es que en 1929 ofrece conciertos en Asia oriental actuando en Shanghai, Tien-Tsin, Hong-Kong y, desde allí, viaja a Manila y a Japón (Tokio, Osaka, Kioto y Kobe son el destino de las cuerdas de su guitarra y de su persona)
Y así un largo etcétera de lugares donde hay algo que siempre sucede: son recibidos sus conciertos con grandes alabanzas y eso es lo que va sembrando el bueno de don Andrés allá por donde pasa.
Pues bien, Andrés Segovia nunca deja de tocar la guitarra cara al público, además de las grabaciones discográficas en las que da cuenta de su guitarra. Por eso, incluso durante la II Guerra Mundial sigue con su labor que, por razones obvias, traslada a América del Sur donde ofrece conciertos en multitud de naciones que le esperan con los oídos abiertos y las manos preparadas para aplaudir, tal era su arte. Y también África fue el destino de su guitarra porque en 1947 la lleva a la parte norte de tal continente y ofrece conciertos en Egipto; en 1951 hace lo propio en Israel…
Vuelta a España
Por fin, en 1952 regresa a España y son innumerables los lugares donde toca su guitarra para deleite de todo el que le escucha (Granada, Madrid, Pollensa (Mallorca), Pamplona, Alicante, Segovia, Cádiz, Jaén, Villacarrillo (Jaén), Linares, etc.); en 1954 viaja a Islandia; en 1956, a África del Sur. Y es a partir de 1962 cuando sus actuaciones quedan limitadas a Europa y América del Norte (digamos que a Estados Unidos y a Canadá) aunque eso no quiera decir que no acudiera con su guitarra a otros lugares como, por ejemplo, a Australia (en 1964) o cuando en 1979 vuelve a América del Sur (Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile).
Pero eso no es todo porque en 1985 durante una gira que ofrece por Italia (¡ya tenía el buen hombre 92 años!) el Santo Padre (a la sazón Juan Pablo II ahora San Juan Pablo II) le concede una audiencia donde alaba la labor realizada y le anima diciéndole: “Siga tocando, hijo mío, para mayor gloria de Dios”. Y bien que lo hizo porque si alguien pensaba que la edad de don Andrés iba a anular en algo su voluntad musical, se equivoca. Y es que con 93 años recién cumplidos (21 de febrero de 1986) da comienzo otra gira por América del Norte de la que regresa dos meses después. Y en julio de aquel año (1986, como decimos), visita los Estados Unidos de América, por segunda vez en lo que llevaba el año recorrido.
Y así un buen rato podríamos seguir aunque un año después de aquello lo llamó y llevó Dios a su seno (2 de junio de 1987, como hemos dicho arriba) porque querría escuchar su guitarra en directo. Y estamos seguros de que su alma, como tenga que ser eso, hizo lo que siempre había hecho en el mundo y que no fue otra cosa que hacer destilar, de las cuerdas de una guitarra, el sonido divino que, como don de Dios, le fue dado.
Por cierto, tampoco podemos poner aquí todos los galardones, trofeos, nombramientos y demás agasajos a los que fue acreedor Andrés Segovia. Fueron más que muchos y eso muestra que, quien con largueza da sus dones, con gracias recibe la paga.
Gracias, maestro, son bien merecidas.