Las golondrinas: El Lolo válido

Las golondrinas: El Lolo válido

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El Lolo “válido”

El capítulo III de su libro “El sillón de ruedas” Lolo lo titula “Profesión: inválido”. Entonces, podemos pensar que antes de eso pasó un tiempo en el que sería “válido”, según su propia forma de hablar porque ya hemos dicho en otra ocasión que válido lo era, y más que lo era antes y después de su enfermedad…

Pues de eso vamos a hablar hoy.

En esta casa ya hemos hablado otras veces del cómic sobre Lolo. Y es de una gran ayuda tener un instrumento como éste.

En el capítulo del mismo titulado “Un joven alegre e inquieto. 1940-1945” se nos habla del “otro” Lolo que es al que nos referimos arriba cuando lo llamamos “válido” en contraposición al que, según él mismo, era “inválido”.

 

Pues bien, podemos afirmar que antes de caer bajo el yugo de la enfermedad, Manuel Lozano Garrido no era, precisamente, una persona que tuviera, por decirlo así, “la sangre de horchata” sino que la tenía caliente y bien caliente, el corazón de carne y no de piedra y, en fin, que estaba siempre dispuesto a hacer todo lo que fuera bueno y mejor.

Aquellos años, recién terminada la Guerra Civil, podemos estar seguros de que no fueron fáciles de sobrellevar y que, sólo los espíritus como los de Lolo fueron capaces de seguir adelante y de poner de su parte todo lo que pudo poner de su parte. Y es que, por decirlo de forma que se nos entienda, seguramente estaba todo por hacer y todas las manos que quisieran hacerlo serían pocas.

En aquel tiempo (1939) Lolo no había cumplido siquiera los 20 años y pronto sería llamado, ahora de verdad, a filas para hacer el servicio militar aunque ni siquiera llegó a cumplir nada de su servicio porque su enfermedad lo limitaba en exceso. Pero algo sí que hizo, por supuesto.

 

Trabajaba Lolo en una tienda de telas para llevar el sustento a su casa. Pero por las noches estudiaba Magisterio porque la de ser maestro era su vocación y, aunque de otra forma, la acabó llevando a cabo.

Pero, como decimos, era un joven inquieto y su inquietud, sobre todo religiosa, lo llevó, por ejemplo, a intervenir en programas de radio en los que hablaba de su tema preferido: Dios. Y, por eso mismo, por ser un católico de fe profunda impartía catequesis no en un sitio cualquiera sino en el barrio minero de Linares que era, seguramente, el más pobre de todo su pueblo.

Tenía tiempo el buen hombre para visitar enfermos y a quienes se encontraban privados de libertad, en prisión, pues bien pueden considerarse, porque lo son, verdaderas obras de misericordia.

 

Podemos imaginar a Lolo ir de un sitio para otro, incansable, como un apóstol de aquel entonces. Y podemos imaginarlo, antes de que su enfermedad se manifestara en toda su crudeza. Dar gracias a Dios por aquella actividad suya que consistía, sobre todo, en mostrar y demostrar que las manos y el corazón (como hizo luego, al caer del todo enfermo) han de estar dispuestos a dar y a darse.

Eleuterio Fernández Guzmán

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