Lolo: Una invalidez más que fructífera

Lolo: Una invalidez más que fructífera

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Una invalidez más que fructífera

 

Como ya hemos dicho en otro artículo referido a los libros que publicó el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, el primero de ellos lleva el título de “El sillón de ruedas”, y fue puesto a la luz pública en 1961.

Pues bien, el capítulo III del citado libro lleva un título que muestra más que bien el sentido que nuestro hermano le daba a su situación: “Profesión, inválido”.

Cualquiera diría que lo que insinúa el linarense universal es que de su enfermedad había hecho algo así como una profesión o, lo que es lo mismo, que iba a vivir de ella y nada más que de ella.

Pues sí y no.

Como no, decimos que, en efecto, Lolo no iba a salir adelante en su vida si tomaba su invalidez (en el sentido de lo que eso significa, no en que no fuera válido, como bien sabemos…) como única forma de existencia y de vivir, en suma. Y eso no es lo que hizo.

Sin embargo, decimos que sí, que hizo de su situación física (a nosotros nos da un poco de apuro llamar a este hombre, así, ”inválido” porque bien sabemos que fue todo lo contrario: válido y más que válido) algo así como una palanca con la que mover su mundo. Y es que no dudó lo más mínimo en superarse a sí mismo evitando caer en tentaciones desesperanzadoras o algo por el estilo.

Lo dice él mismo en este libro que citamos arriba. Y es que en la página 17 (Edición de 1961) nos dice esto que muestra muy bien cómo era Lolo:

Desde la Edad de Piedra hasta nuestros días, pasando por el Gólgota, la historia de los seres se podía ir diseñando como una tenaz creación de recursos para la supervivencia”.

Esto lo dice el beato Lolo cuando ya lleva casi veinte años padeciendo una terrible enfermedad ósea que mucho le limita la vida y, en su caso particular, aún más el ejercicio de su profesión de periodista pues, no podemos negar, que en aquellos tiempos, el uso de las manos para esta profesión (y otras, claro está) era absolutamente crucial.

Pues, a pesar de esto, de su invalidez (que iba a más hasta que se quedó ciego los nueve últimos años de su vida) no le impidió llevar una labor periodística más que destacada: cientos de artículos publicados y 9 libros dados al mundo con una situación física más que difícil o, casi, de imposible aplicación práctica.

El fruto de su invalidez, así dicho, es tan radical (por ser de raíz) en lo bueno y mejor que podemos sostener, sin temor a ser exagerados ni nada por el estilo, que fue un puro milagro diario que Lolo pudiera dar a diversos medios de comunicación y editoriales las obras que salieron de su situación difícilmente empeorable por mucho que él dijera que había personas en peor situación que él mismo.

A eso, nosotros lo llamamos humildad y, siendo más claros, valentía y manifestación de ser un hombre de criterio como sólo saben serlo los santos.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán